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Christiane Göschke. Traducción Joan Solé

Revista Mercurio-3. Número 50. 4º Trimestre 2005.

En 1495, Herzog Ludovico Sforza encargó a Leonardo da Vinci la decoración del refectorio (comedor de los monjes) del monasterio dominicano de Santa María delle Grazie (Milán) con un mural de la última cena. Debía ser una referencia de la relación entre la comida terrenal de los monjes y la eucaristía, la comida divino-espiritual. Así empezó Leonardo su pintura “La última cena”, obra que no acabó hasta 1498.


En aquellos días la técnica más utilizada para la realización de pinturas en la pared era la del fresco. Este método requiere pintar rápidamente sobre el revoque aún húmedo (al fresco). Ante la magnitud de la tarea, para la que Leonardo quería tomarse su tiempo, finalmente desestimó el procedimiento del fresco y decidió realizar el mural empleando pigmento oleoso. Esta técnica es muy poco resistente y pocos años después de su finalización empezó a deteriorarse. Cuarenta años después más de la mitad del mural se había malogrado y para conservar la obra de arte, se realizaron varias copias, más o menos fieles al original, tanto en vida de Leonardo como después de su muerte.


El significado histórico-artístico de esta magnífica obra de Leonardo se ha abordado en muchos tratados y entrar en estos detalles no es el objeto de este artículo. Es de sobra conocido que en esta pintura hay una clara referencia a la astrología y me he permitido abordar el tema de nuevo pues me parece muy importante que fundamentemos nuestras consideraciones en el sublime aunque notablemente deteriorado original o en una de sus muchas copias. Es asombroso que incluso la literatura astrológica de solvencia contrastada (Astrosofía, Vol. II, Arthur Schult) se haga referencia a la copia realizada por Raffaello Morghen (Nápoles 1758, Florencia 1833).

La reproducción de Morghen se realizó en el año 1800, más de 300 años después de la finalización del original, en una época en que, a la aluz del racionalismo y la ilustración, el antiguo saber de la “oscura” Edad Media había perdido su validez.

En aquella época, la astrología sobrevivía en la clandestinidad, y si bien se enseñaba todavía en algunas universidades, no parece razonable que Morghen pudiera basar su grabado en cobre en el antiguo conocimiento astrológico.

Precisamente, esto se confirma si comparamos en detalle el original de Leonardo con la reproducción de Morghen.

Al mirar la obra, lo primero que vemos es la figura de Cristo. Es el centro, la figura luminosa del cuadro (“Soy la luz del mundo”). Todas las líneas de la perspectiva confluyen en su frente, lo que transmite al observador la impresión de estar directamente ante Cristo. En un estado de sublime tranquilidad interna y de conocimiento ofrece con su gesto el pan y el vino a los comensales: “Tomad y comed, ése es mi cuerpo”.

Los cuatro grupos de apóstoles a su derecha e izquierda están en un claro estado de agitación. Mateo lo explica en su evangelio (26,17-22): Se había hecho de noche y se sentó a la mesa con sus doce discípulos. Y mientras comían dijo: “Uno de vosotros me entregará”. Todos entristecieron y uno tras otro empezaron a preguntarle: ¿Soy yo Señor?

Esta es precisamente la escena representada por Leonardo. Cada apóstol reacciona a su manera. Sus gestos y su postura reflejan sus reacciones emocionales individuales a las palabras de Cristo.

Al considerar los cuatro grupos de tres apóstoles encontramos una analogía con los cuatro cuadrantes del zodíaco con las tres cualidades de las cruces. Veámoslo en el original de Leonardo, comparándolo también con la copia “mejorada” de Morghen.

A la derecha, en la cabeza de la mesa está Simón. Leonardo representa su cabeza calva y huesuda, una forma de cabeza intensamente marcada como símbolo de Aries. En cambio Morghen la representa cubierta de cabello y sin ninguna referencia clara a Aries.

A su lado, la figura rechoncha de Tadeo. Inequívocamente aquí está representado el cuello de Tauro. Su mano derecha refleja la forma del signo de Tauro. Esto también se ve en la copia pero el cuello se representa más delgado. La expresión de su cara es demasiado “fogosa” para un Tauro.

Junto a él, gesticulando con los brazos está Mateo que se relaciona rápidamente con Géminis. La cabeza y los brazos están orientados hacia direcciones opuestas, la típica discrepancia entre pensamiento y actuación característica de Géminis. En su postura agitada actúa como intermediario entre el primer y el segundo grupo de tres.

En una actitud tierna y como de preocupación hacia Cristo, Felipe dobla las manos sobre su pecho (Cáncer), un gesto que recuerda a los cuencos del símbolo de Cáncer. Un «aro de luz» alrededor de su cuello forma el símbolo de la Luna, el regente de Cáncer. En la reproducción de Morghen la expresión maternal protectora tiene mucha menos fuerza.

A modo de contraste con Felipe, Santiago el mayor muestra sus brazos bien abiertos. Toda la zona del pecho, esto es, el corazón está abierto hacia Cristo. La abundante cabellera recuerda la melena de un león. En la copia de Morghen los cabellos están más aplanados y caen menos abundantemente sobre los hombros.

Con su dedo índice levantado en actitud crítica, Tomás, el incrédulo, representa a Virgo. De Tomás sólo se ve la cabeza que oculta su mirada en la distancia. Las zonas corporales relacionadas con los signos que van de Virgo a Piscis están ocultos por la mesa y el mantel, por eso, para estos signos se enfatizan otros símbolos.

Con un gran contraste con el crítico Tomás, al otro lado de Cristo se encuentra

Juan, el discípulo preferido. En un tranquilo recogimiento, inclina su cabeza. En medio del tumulto representa la armonía: nada puede sacar del equilibrio a Libra.

Judas es el único apóstol cuya cara está en la sombra, que se aparta de la luz. Uno de los principales temas vitales de Escorpio es el sondeo de las oscuras profundidades del inconsciente. También se relaciona a Escorpio con el causante de la muerte y la transformación (aquí la futura resurrección). Escorpio es el punto de reposo de todo el zodíaco, lo que indica interiorización.

Como una flecha disparada por un arco, Pedro pone su mano entre Judas y Juan con los dedos extendidos hacia delante. Este gesto del signo de Sagitario se repite en la daga que Pedro sostiene en la mano derecha sobre la mesa. En la copia de Morghen, la actitud y la mano izquierda de Pedro no muestran esta tensión.

El último grupo de tres apóstoles empieza con Andrés que, asustado, muestra sus huesudas y viejas manos, una clara referencia al esqueleto, asociado a Saturno, el regente de Capricornio. En estas huesudas manos también puede verse una analogía con los cuernos de Capricornio. En este caso, la cabeza casi calva representada por Leonardo también encaja más que la cabeza de la versión «mejorada» de Morghen.

Acuario, la forma de ángel del zodíaco, está representado por el hermano (otras fuentes dicen que primo) de Jesús, Santiago el menor. No es extraño que se reconozca una cierto parecido, incluso en el color de sus ropas. En la mesa, ante él hay una pequeña jarra de agua. En un gesto de hermandad, coloca su mano derecha en el hombro de Andrés y extiende la izquierda hacia Pedro (tal vez para calmarlo, para que no se exceda). En la representación de Morghen, la significativa mano derecha de Santiago el menor no se ve.

Vestido con ropas de color verde mar, como representante del signo de Piscis, Bartolomé se levanta en el lado frontal izquierdo de la mesa y escucha sensible y abierto a su alrededor. La postura de su cuerpo recuerda la forma de un pez. Debajo de la mesa se adivinan sus pies (que corresponden a Piscis). No parece estar excitado, actúa de manera pasiva y dirige su mirada hacia la figura de Aries de Simón en el otro extremo de la mesa, como esperando un impulso proveniente de este apóstol de gestos vehementes. Así se cierra el círculo de los apóstoles.

Como vemos, profundizar en «La última cena» con el conocimiento astrológico que estaba disponible para Leonardo da Vinci confiere a esta obra de arte un significado extraordinario.

El investigador espiritual Rudolf Steiner lo expresó así: «Ahí vemos representado gráficamente un momento enormemente significativo, un momento que un incontable número de almas experimentan como un acontecimiento terrenal de los más significativos: la figura de Cristo en medio, rodeado a ambos lados por los compañeros de Cristo-Jesús. Vemos tan individualizados los gestos y las actitudes de las doce figuras representadas que podemos tener la impresión de que cualquier tipo de carácter humano está representado en estas doce figuras, que cualquier alma puede comportarse por temperamento y carácter según lo que expresa esta imagen».

Publicado por la revista alemana “Astrolog”, número 144, marzo 2005, por cortesía de API España: www.astro-api.com.es

   
   

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