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José L. S. M. de Pablos.

Artículo publicado por Cyclos. Informativo de la Asociación Astrológica de Catalunya. Julio/Agosto 1993. Nº 1.

La mayoría de los astrólogos admite hoy en día, la clasificación de los planetas considerados como focos arquetípicos, en personales, sociales y transpersonales que fue propuesta -creo- por Rudhyar hace alrededor de medio siglo.

Los planetas personales llamados tradicionalmente “rápidos” (Sol, Luna, Mercurio, Venus y Marte) reflejan las bases de la personalidad individual: el centro unificador de cada ser consciente, el trasfondo inconsciente que el psicoanálisis llama ello, nuestra esencial comunicabilidad, la tendencia primordial a la felicidad, la armonía y el encuentro con el otro, la tendencia -asimismo básica- autoafirmativa que está presente en cada individuo... Conviene, de paso, que nos fijemos en que los cinco planetas personales no son otra cosa que la estrella central del sistema (el Sol) inmediatamente rodeada por el conjunto planetario -astronómicamente homogéneo- denominado sistema solar interior, conjunto en el que la Tierra aparece sustituida por su gran satélite, la Luna.

Los otros planetas, los que forman el sistema solar externo que se extiende más allá del Cinturón de Asteroides (especie de límite interior del sistema, material y simbólico a la vez), se dividen por su parte en dos grupos, en función de nuestra posibilidad -o imposibilidad- de verlos a simple vista: planetas sociales (Júpiter y Saturno) y planetas transpersonales (Urano, Neptuno y Plutón). Como es sabido, estos son los grandes protagonistas de la Astrología Mundial o Colectiva.

¿No les ha llamado nunca la atención el que haya más planetas “maléficos” o “duros”, que “benéficos” o “suaves”? Incluso si tal clasificación se va percibiendo cada vez más a estas alturas, como inadecuada (lo cual es coherente con lo que trato de comunicar), no deja de chocar un poco encontrar de un lado la dureza -o al menos la severidad- de las experiencias que aportan Marte, Saturno, Urano, Plutón y muchas veces también Neptuno, frente a -del otro- la benevolencia de ¡tan solo! Venus y Júpiter... ¿Tan sádica es en realidad la Astrología, o es que somos masoquistas los astrólogos?

Hablando en serio, no creo ni lo primero ni lo segundo. Más bien diría que los cultivadores del arte de Urania han estado, desde tiempo inmemorial, tan centrados en el nivel egoico que cualquier dinámica arquetípica que contrariase, del modo que fuera, los intereses y los dogmas propios de dicho nivel psíquico, era inmediatamente tenida por “mala” o maléfica.

Y el descubrimiento de los transaturninos vino a complicar todavía más el panorama, puesto que los planetas “trans” son, finalmente, los más incómodos de todos, desde el punto de vista del deificado individualismo ilustrado por el hecho de que los mismos “pasan” totalmente de las expectativas de los egos, profundizando en la tónica que empieza a marcar Saturno.

En conjunto, las esencias arquetípicas de los planetas invisibles no hacen nada más que impulsar la evolución (cultural, social, espiritual...) de la Humanidad y de los individuos, haciendo caso omiso del grado de confort que experimenta -después de haberlo definido previamente- nuestro ego. En una palabra: los planetas lentos no son maléficos, pero nos relativizan y eso molesta.

C. G. Jung siempre prefirió “una buena crisis”, como él decía, a un éxito superficial falaz o una gratificación egoica que tuviera el efecto de aplazar la aproximación verdadera de cada uno al centro de Si mismo. Y el propio Jung en sus últimos años, y dentro de su poca conocida faceta de astrólogo práctico, no dejó de notar la habitual correlación de los tránsitos de los planetas más lentos, con la eclosión de importantes crisis psicológicas de sus pacientes; unas crisis que muchas veces iban precedidas o acompañadas de iluminadores hechos de sincronicidad, más o menos espectaculares, y que no siempre -ni mucho menos- resultaban destructivas sino que la mayor parte de las veces, eran profundamente terapéuticas.

Por otro lado, astrólogos de la talla de Liz Greene y Saportas nos han hecho ver con toda claridad, que con gran frecuencia, los acontecimientos históricos que tendemos tendencia a considerar como totalmente externos a nosotros, se “acoplan” o son estrechamente sincrónicos con las crisis psico-evolutivas de los individuos (ver por ejemplo Planetas exteriores y sus ciclos, de Liz Greene). De hecho esto ocurre sistemáticamente cuando las grandes configuraciones colectivas, como la actual conjunción Urano/Neptuno, tocan los puntos o zonas clave de nuestros mapas natales.

Otra cosa que preferimos no ver, no mirar de frente a nuestras resonancias históricas reales, a nuestra propia experiencia individual de los arquetipos evolutivos transpersonales (o lo que es lo mismo, colectivos) que llevamos dentro, focalizados en las posiciones de Urano, Neptuno y Plutón en nuestras cartas natales.

Pero no cabe duda de que los grandes escritores y cineastas sí que saben sacar partido de ellas...Ahí están, sin ir más lejos, los “telones de fondo” de Lo que el viento se llevó y de Casablanca. Y lo cierto es que “películas” no iguales, desde luego, que las dos que acabo de citar, pero tampoco tan distintas en el fondo, se acaban viviendo en la vida real con muchísima mayor frecuencia de los que habitualmente se admite.

   
   

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