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Categoría: Artículos
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Jorge Alvarez.

http://www.labrujulaverde.com/2016/05/

TRADUCEN TABILLAS CUNEIFORMES CON CÁLCULOS ASTRONÓMICOS SOBRE LA ÓRBITA DE JÚPITER

Escritura cuneiforme / foto Shutterstock

Una de las noticias arqueológicas con se abrió 2016 fue el descubrimiento en Mesopotamia de un conjunto de tablillas de arcilla con signos cuneiformes. Un tipo de escritura que, gracias al conocimiento que se ha ido adquiriendo durante décadas de hallazgos, puede transcribirse y, de hecho, recientemente se ha publicado la traducción de estas últimas encontradas. Al parecer una de ellas es un texto sobre astronomía con cálculos para predecir el movimiento de Júpiter, lo que arroja más luz sobre los conocimientos sobre la bóveda celeste de los sabios babilonios.

El análisis de esa órbita joviana, publicado en la revista Science, fue dirigido por el profesor Mathieu Ossendrijver, historiador científico de la Universidad Humboldt de Berlín, partiendo de dos tablillas anteriores datadas entre el 350 y el 50 a. C. que tratan el tema y que están depositadas en el British Museum desde 1955. La descubierta ahora, mucho mejor conservada, le ha permitido completar el estudio y poner de relieve que sus autores no sólo basaban sus cálculos astronómicos en la artitmética, como se suponía hasta ahora, sino también en la geometría.

Sin embargo, resulta tremendamente curioso que las tablillas no muestran dibujos sino que éstos son descritos textualmente. En concreto, describen el área de un trapecio y aunque la recién hallada no menciona explícitamente esa figura, sí contiene cálculos equivalentes a ella. Dichos cálculos se pueden aplicar inequívocamente al desplazamiento orbital de Júpiter basándose en una relación velocidad-tiempo; la tablilla explica, según Ossendrijver, la velocidad de Júpiter a lo largo de sesenta días que se pueden representar en una figura trapezoidal cuya área representa la distancia recorrida.

Según opinan los expertos, a tenor de lo que dicen las tablillas dichos astrónomos tendrían un nivel equiparable al de los científicos de milenios más tarde; concretamente los del período renacentista, durante el cual se formuló en Oxford el llamado teorema mertoniano (por el Merton College al que pertenecían), que se basaba en un sistema similar. Paralelamente, el obispo y filósofo escolástico Nicole Oresme también hizo trabajos similares en París en el mismo siglo XIV. En realidad los antiguos astrónomos griegos también habían recurrido al binomio velocidad-tiempo pero sin aplicar cuerpos trapezoidales para demostrarlo.

Así que el trabajo, que ha sido publicado por Ossendrijver en la prestigiosa revista Science, no deja de resultar impresionante; más aún si se tiene en cuenta el primitivo formato usado en Mesopotamia para escribir –arcilla húmeda sobre la que se hacían incisiones con un punzón- y el tosco sistema para ello -aquel alfabeto de caracteres geométricos– que tenía que suponer una dificultad a la hora de transmitir conceptos tan detallistas.

Claro que la escritura cuneiforme nació, creció y se desarrolló para ser aplicada precisamente en cuestiones numéricas, ya que su misión principal y mayoritaria era llevar la administración y contabilidad en transacciones comerciales, recuento de cereales, cargamento de embarcaciones o cuantificación de tributos. Los primigenios pictogramas que los sumerios inventaron cuatro mil años antes de Cristo y que imitaron otros pueblos como los acadios, los elamitas o los hititas, fueron quedando obsoletos ante la imposibilidad de designar conceptos abstractos, de ahí que se empezaran a incorporar símbolos con valor fonético, especialmente en tiempos del auge de Akkad, que fue cuando se extendió la escritura a otros soportes como la piedra y el metal.

El alfabeto cuneiforme evolucionó luego y terminó sustituido por otros más prácticos, a no ser que se considere a éstos una especie de descendientes. Pero quedan, como testimonio, cientos de miles de tablillas que se fueron desenterrando desde el siglo XVII, aunque no pudieron ser descifradas hasta principios del XIX gracias al descubrimiento en el Paso de Behistún (Irán) de una inscripción datada en torno al año 500 a. C. que presentaba un texto en tres lenguas, como una versión mesopótamica de la Piedra Rosetta (foto a continuación).

TRADUCEN TABILLAS CUNEIFORMES CON CÁLCULOS ASTRONÓMICOS SOBRE LA ÓRBITA DE JÚPITER

Ese trío de idiomas estaba compuesto por persa antiguo, babilonio y elamita, y narraba las hazañas del monarca aqueménida Darío el Grande. La identificación de las palabras Darío y rey en persa, permitió a los asiriólogos, el británico Henry Rawlinson y el irlandés Edward Hincks (su trabajo coincidió felizmente con el descubrimiento de las ruinas de Nínive y los archivos de Asurbanipal, que fueron de gran ayuda), traducir el resto y empezar a desentrañar así los misterios de la escritura cuneiforme. Décadas después, Julius Oppert y William Henry Fox Talbot completaron la labor, si bien aún se habría de cubrir una larga etapa en la que se resistieron secuencias de signos muy tempranas; algunas aún permanecen incomprendidas.

El caso es que, siendo cierto que la mayoría de las tablillas contienen datos de contabilidad, también lo es que algunas se salen un poco de la norma y tratan otros temas. Ya vemos que la astronomía es uno de ellos pero también hay sobre legislación (el Código de Hammurabi sería el caso más famoso), mapas, cartas, medicina, religión, listas de reyes, narraciones de batallas e incluso recetas de cocina (las más antiguas de la Historia).